domingo, 7 de mayo de 2017


II JORNADAS FORMATIVAS EN CONVIVENCIA, DESAFÍOS EDUCATIVOS Y BUENAS PRÁCTICAS EN LA FACULTAD DE EDUCACIÓN DE CIUDAD REAL. (UCLM)





 Desde la Facultad de Educación de Ciudad Real se han promovido las II Jornadas Formativas en convivencia, desafíos educativos y buenas prácticas para intentar tener una visión más global de las nuevas necesidades sociales para, así, poder proporcionar una atención y una respuesta adecuadas desde el ámbito educativo.



          Para ofrecer una educación de calidad, nuestros esfuerzos han de apuntar a la construcción de una convivencia escolar basada en la igualdad, la inclusión y la tolerancia hacia los demás. Para ello, la educación en valores se convierte en una herramienta imprescindible con la que podemos potenciar actitudes de respeto y tolerancia para poder convivir de manera pacífica, así como habilidades para la resolución de conflictos como la escucha y el diálogo que conllevarán a una apertura mental que nos hará apreciar la diversidad como algo enriquecedor y no como un obstáculo. Con tal fin se propone un sistema educativo inclusivo en el que “todo el alumnado debe ser acogido y valorado por sus posibilidades de avance y progreso prestando especial atención a la igualdad, la diversidad y la cooperación en el aula” (Freinet, 1978)[1]

 Así, el apostar por la escuela inclusiva traería consigo una serie de beneficios no sólo para el alumnado considerado discapacitado sino también para el resto de alumnos y alumnas ya que, a través de sus interacciones, desarrollarían habilidades de cooperación, ayuda mutua, la responsabilidad, el respeto, la empatía y la autonomía personal entre otros. Además, si a esto se acompaña de una educación emocional, estaríamos contribuyendo a que nuestros alumnos y alumnas se desarrollen de manera integral. Facilitarles estrategias para que sean capaces de identificar sus propias emociones y las de las personas de su alrededor y el orientarles en cómo regular esas emociones contribuiría a mejorar la convivencia escolar.
Además de todo eso, la participación y colaboración de las familias y la comunidad es vital en esta andadura. Las Comunidades de Aprendizaje son un claro ejemplo de educación inclusiva cuyo objetivo final es incidir en la mejora de la enseñanza que garantice el éxito de todas las personas y en la transformación de la escuela. Para ello, como hemos mencionado anteriormente, se apela a la participación activa de toda la comunidad pues la educación no es sólo un asunto de las instituciones escolares y eso es algo que no está asumido por la mayoría de la ciudadanía.
Por último, quisiera mencionar que, a parte de la importancia de desarrollar en los alumnos y alumnas la capacidad de escucha y diálogo con el fin de conseguir una convivencia pacífica, también es imprescindible el fomentar en ellos el espíritu crítico y que sean capaces de asumir que tienen un papel activo en la resolución de conflictos que pueden reaccionar ante situaciones de injusticia como pueden ser la violencia de género o el acoso escolar. De esta manera, y para ello me remito a Delors, nuestros alumnos y alumnas, ciudadanos de esta sociedad del siglo XXI, pueden "influir en su realidad circundante, lo que nos permitirá progresar hacia los ideales de paz, armonía y justicia social".


[1] Mencionado en Carbonel Sebarroja (2015) Pedagogías del siglo XXI. Alternativas para la innovación educativa. Barcelona: Octaedro. Página 122.

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