II JORNADAS FORMATIVAS EN CONVIVENCIA, DESAFÍOS EDUCATIVOS Y BUENAS PRÁCTICAS EN LA FACULTAD DE EDUCACIÓN DE CIUDAD REAL. (UCLM)
Para ofrecer una educación de calidad,
nuestros esfuerzos han de apuntar a la construcción de una convivencia escolar
basada en la igualdad, la inclusión y la tolerancia hacia los demás. Para ello,
la educación en valores se convierte en una herramienta imprescindible con la
que podemos potenciar actitudes de respeto y tolerancia para poder convivir de
manera pacífica, así como habilidades para la resolución de conflictos como la
escucha y el diálogo que conllevarán a una apertura mental que nos hará apreciar
la diversidad como algo enriquecedor y no como un obstáculo. Con tal fin se
propone un sistema educativo inclusivo en el que “todo el alumnado debe ser
acogido y valorado por sus posibilidades de avance y progreso prestando
especial atención a la igualdad, la diversidad y la cooperación en el aula”
(Freinet, 1978)[1].
Así,
el apostar por la escuela inclusiva traería consigo una serie de beneficios no
sólo para el alumnado considerado discapacitado sino también para el resto de
alumnos y alumnas ya que, a través de sus interacciones, desarrollarían
habilidades de cooperación, ayuda mutua, la responsabilidad, el respeto, la
empatía y la autonomía personal entre otros. Además, si a esto se acompaña de
una educación emocional, estaríamos contribuyendo a que nuestros alumnos y
alumnas se desarrollen de manera integral. Facilitarles estrategias para que
sean capaces de identificar sus propias emociones y las de las personas de su
alrededor y el orientarles en cómo regular esas emociones contribuiría a
mejorar la convivencia escolar.
Además
de todo eso, la participación y colaboración de las familias y la comunidad es
vital en esta andadura. Las Comunidades de Aprendizaje son un claro ejemplo de
educación inclusiva cuyo objetivo final es incidir en la mejora de la enseñanza
que garantice el éxito de todas las personas y en la transformación de la
escuela. Para ello, como hemos mencionado anteriormente, se apela a la
participación activa de toda la comunidad pues la educación no es sólo un
asunto de las instituciones escolares y eso es algo que no está asumido por la
mayoría de la ciudadanía.
Por
último, quisiera mencionar que, a parte de la importancia de desarrollar en los
alumnos y alumnas la capacidad de escucha y diálogo con el fin de conseguir una
convivencia pacífica, también es imprescindible el fomentar en ellos el
espíritu crítico y que sean capaces de asumir que tienen un papel activo en la
resolución de conflictos que pueden reaccionar ante situaciones de injusticia
como pueden ser la violencia de género o el acoso escolar. De esta manera, y para ello me remito a Delors, nuestros alumnos y alumnas, ciudadanos de esta
sociedad del siglo XXI, pueden "influir en su realidad circundante, lo que nos
permitirá progresar hacia los ideales de paz, armonía y justicia social".
[1]
Mencionado
en Carbonel Sebarroja (2015) Pedagogías
del siglo XXI. Alternativas para la innovación educativa. Barcelona:
Octaedro. Página 122.
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